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El pueblo en el epicentro del sismo: “No tenemos luz, no tenemos casa, no tenemos nada”

El temblor del martes deja 20 muertos y cientos de viviendas destruidas en Jojutla, a 43 millas del epicentro del terremoto que ha devastado México

Jojutla (México).- El reporte especial del Servicio Sismológico mexicano sitúa el epicentro a 12 kilómetros al sureste de Axochiapan. Delia Baena no está de acuerdo: “No, yo creo que el epicentro fue aquí, no en Axochiapan como dicen todos. Nadie está tan afectado como Jojutla”. Baena, de 40 años, se balancea en una mecedora a las puertas de su casa, rodeada de escombros. Ha sido relativamente afortunada: aún tiene media casa. La otra mitad se la llevó el sismo. Pero en Jojutla, eso es ser afortunado. Sigue viva.

Apenas 43 millas separan Jojutla de Axochiapan, aunque las distancias pueden resultar engañosas: por carretera, el trayecto se puede demorar más de hora y media. El pasado martes, esas 43 millas supusieron la diferencia entre el alivio y la destrucción. Axochiapan, de 30.000 habitantes, apenas resultó dañada en el sismo de magnitud 7,1 del martes; hubo un muerto y 150 viviendas afectadas. En Jojutla, en cambio, con 25.000 habitantes, el temblor dejó 20 de las 70 víctimas del estado de Morelos, según el comisionado de Seguridad, Alberto Capella. Además, alrededor de 300 viviendas se desplomaron y más de 2.000 resultaron dañadas.

 “¿Cómo vas a creer que en el epicentro nomás’ les salieron grietas a sus iglesias y que ninguna casa se cayó”, insiste Baena. Esta noche volverá a dormir al raso, en plena calle, junto a su esposo. Cerca de la que era su casa, eso sí, para cuidar lo poco que les queda. Sólo ha quedado la cocina y un patio trasero, antes de volver a habitar la vivienda deberán reconstruir el resto de salas. 

El viernes irán a visitar al tío de su marido al hospital: una de las paredes de su casa lo aplastó y tiene el pulmón colapsado. “Se lo llevaron a Temixco (a una hora de distancia), aquí ya no podían atenderlo, el Meana (hospital regional) está saturado”, señala Baena.

A escasos metros, el palacio municipal parece esforzarse por mantenerse en pie. El temblor desplomó gran parte de la pared del costado derecho del edificio y aplastó a dos empleados, un hombre y una mujer. Ella estaba embarazada.

El palacio municipal de Jojutla.

Desde la plaza del zócalo se llega un campamento improvisado por militares para ofrecer agua y comida. Rosa Domínguez, de 52 años, deambulaba por la zona poco antes de la medianoche del miércoles. Ella también quiso quedarse junto a los restos de su casa, pero la policía municipal la sacó de allí por el riesgo que suponen aún las réplicas del temblor.

“Mi casa se vino abajo, hubo muertos...muchos muertos”, relata Domínguez con la voz entrecortada. “Dos vecinas mías murieron. Otra quedó atrapada con dos niños. Ella está lastimada de la columna y uno de los niños perdió el brazo; a los dos se los llevaron a México. La colonia Zapata está devastada. No tenemos luz ni agua, no tenemos casa, no tenemos nada”.

Llegar a la colonia Zapata es como entrar a una zona de guerra. Las calles están a oscuras; los escombros cubren las orillas, removidos para permitir el paso de los autos; y nada prepara para lo que se encuentra al llegar.

Calle Francisco I. Madero,  Jojutla, Morelos.

El taller mecánico se ha convertido en un velorio. Hay una decena de sillas, pero sólo cuatro personas sentadas, guardando un féretro blanco. No se escuchan rezos, nadie dice nada, no lloran. Lucen agotados.

Metros más adelante, una plasta de piedras, varillas y vidrios ocupa lo que podría ser medio campo de fútbol. La colonia está arrasada. Algunas zonas están acordonadas, pero el paisaje que se aprecia al otro lado es similar: pedruscos, varillas y vidrios. Todo revuelto, todo amontonado.

Sharon, una estudiante de bachillerato de 17 años, mira desde la distancia lo que quedó de la casa de sus abuelos. Está tranquila, ellos no estaban ahí cuando tembló. “Atrás de todos los escombros está la casa, no se ve porque el garaje y la casa del vecino lo tapan, pero mi abuela dice que ahí está”, asegura.  

Casas derrumbadas en calle 10 de abril, colonia Zapata, Jojutla Morelos.

A unos 500 metros, Antonio López, un comerciante de 70 años, se dispone a dormir en un colchón improvisado afuera de lo que queda de su casa. López llegó a Morelos de Michoacán hace 55 años, y se ganó la vida como matador de puercos y, luego, vendiendo pollos en el mercado. Así logró levantar la vivienda en la que vivía junto a su familia hasta ayer.

Antonio López perdió su hogar después del sismo. Protección civil ya le confirmó que su casa es inhabitable.

“Uno trabaja durante años para construir un vida y en un minuto todo se viene abajo”, afirma, y se le escapa una risa entre sarcástica y tristona. Pasará la noche junto a tres enormes refrigeradores que le servían para guardar su mercancía, y que pudo sacar un día después del sismo.

La casa del comerciante Antonio López después del sismo del pasado 19 de septiembre.

“¿Ya comieron?, ¿Quieren agua de piña?”, pregunta una joven veinteañera a quienes, como López, rehúsan dormir en el albergue habilitado para su colonia (hay seis en total en la localidad). Dicen buscar evitar a toda costa la rapiña de lo poco que les queda. “Aún así estamos contentos, la gente nos ha ayudado mucho”, asegura el comerciante. “Todos nos ayudamos en lo que se puede, hay que seguir adelante mientras tengamos vida y fuerza”, concluye.